domingo, 16 de marzo de 2014

TENER MENTE DE NIÑOS. POR SAMAEL AUN WEOR.

Las discusiones y las polémicas han acabado con muchas escuelas espiritistas. Cuando dos individuos discuten, lo que tienen es orgullo y soberbia en la mente; ambos quieren demostrar su consabida superioridad a su interlocutor, ambos tienen a Satán entronizado en la mente. Nosotros debemos siempre dar respetuosamente nuestro concepto y dejar a nuestro interlocutor la libertad para aceptarlo o rechazarlo. Cada cual es libre de pensar como quiera y nosotros no podemos ejercer coacción sobre la mente ajena porque eso seria magia negra. La discusión intelectual es luciférica y demoníaca. Necesitamos tener mente de niño para poder entrar en los misterios mayores. Necesitamos ser niños en la mente y en el corazón. Necesitamos ser perfectos como nuestro Padre que está en los cielos es perfecto. A los grandes misterios no se llega con intelectualismos vanos, a los misterios mayores se llega con corazón de niño. Hemos conocido a grandes maestros de la Logia Blanca totalmente analfabetas. Otro peligro que asalta a los devotos del sendero es la envidia. Aquellos que se llenan de envidia por el progreso de los demás se convierten en Judas que venden a sus instructores por treinta monedas de plata. En las escuelas y logias espiritualistas los envidiosos miran el reloj y tocan la campanilla para sabotear la palabra de los buenos oradores y sus enseñanzas. Así es como el delito se esconde entre el incienso de la plegaria. En cierta ocasión nos dijo el Maestro Morya: "Unirse con el Intimo es algo muy difícil, eso es muy trabajoso; de dos que intentan unirse con el Intimo tan sólo uno lo consigue, porque -como dijo el poeta Guillermo Valencia- el delito se esconde entre las mismas cadencias". Realmente tenía razón el Maestro Morya: el delito se viste de santo, de mártir, de apóstol, etc. Por eso es que es tan difícil llegar a la unión con el Intimo. Esta es la senda del filo de la navaja. Nuestros discípulos deben sumar sus defectos y luego dedicarle, en orden sucesivo, dos meses a cada defecto; así acabarán con todos sus defectos. Aquél que quiera acabar con todos sus defectos al mismo tiempo no acabará con ninguno.

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