sábado, 14 de agosto de 2010

ANTROPOLOGÍA Y TEOLOGÍA. SAMAEL AUN WEOR






Bien saben los Divinos y los humanos que el silencio es la elocuencia de la Sabiduría.

Los caracteres que especifican claramente al Mito gnóstico y que mutuamente se complementan entre sí son los siguientes:

1. Divinidad Suprema.
2. Emanación y caída PLEROMÁTICA.
3. DEMIURGO Arquitecto.
4. NEUMA en el Mundo.
5. Dualismo.
6. Salvador.
7. Retorno.

La Divinidad Suprema gnóstica es caracterizable como AGNOSTOS THEOS, el Espacio abstracto absoluto. El Dios ignorado o desconocido. La Realidad Una de la cual emanan los Elohim en la aurora de cualquier Creación universal.

Recuérdese que PARANISHPANA es el Summum Bonum, lo Absoluto, y por lo tanto, lo mismo que Paranirvana.

Más tarde, todo cuanto al parecer existe en este Universo vendrá a tener real existencia en el estado de PARANISHPANA.

Incuestionablemente, las facultades de cognición humana jamás podrían pasar más allá del Imperio Cósmico del Logos Macho-Hembra, del Demiurgo creador, el Ejército de la Voz (el Verbo).

JAH-HOVAH, el PADRE-MADRE secreto de cada uno de nos, es el auténtico JEHOVÁ.

Jod, como letra hebrea, es el membrum virile (el Principio Masculino).

Eve, Heve, Eva, lo mismo que Hebe, la Diosa griega de la juventud y la Novia olímpica de Heracles, es el Yoni, el Cáliz divino, el Eterno Femenino.

El divino Rabí de Galilea, en vez de rendir culto al Jehová antropomórfico de la judería, adoró a su divino Macho-Hembra (Jah-Hovah), el Padre- Madre interior.

El Bendito, crucificado en el Monte de las Calaveras, clamó con gran voz diciendo: "-Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu." Ram-Io, Isis, su Divina Madre Kundalini, le acompañó en el Vía-Crucis.

Todas las Naciones tienen a su primer Dios o Dioses como andróginos. No podía ser de otro modo puesto que consideraban a sus lejanos progenitores primitivos, a sus antecesores de doble sexo, como Seres divinos y Dioses santos, lo mismo que hacen hoy los chinos.

En efecto, la concepción artificiosa de un Jehová antropomórfico, exclusivista, independiente de su misma obra, sentado allá arriba en su trono de tiranía y despotismo, lanzando rayos y truenos contra este triste hormiguero humano, es el resultado de la ignorancia, mera idolatría intelectual.

Esta concepción errónea de la Verdad, desafortunadamente se ha apoderado tanto del filósofo occidental como del religioso afiliado a cualquier secta desprovista completamente de los elementos gnósticos.

Lo que los gnósticos de todos los tiempos han rechazado no es al Dios desconocido, Uno y siempre presente en la naturaleza, o en la naturaleza "in abscondito", sino al Dios del dogma ortodoxo, a la espantosa deidad vengativa de la ley del talión (ojo por ojo y diente por diente).

El Espacio abstracto absoluto, el Dios incognoscible, no es ni un vacío sin límites, ni una plenitud condicionada, sino ambas cosas a la vez.

El gnóstico Esoterista acepta la revelación como procedente de Seres divinos, las vidas manifestadas, pero jamás de la Vida Una no manifestable.

La Deidad incognoscible es el Espacio abstracto absoluto, la raíz sin raíz de todo cuanto fue, es o ha de ser.
Esta Causa infinita y eterna hallase, por descontado, desprovista de toda clase de atributos. Es luz negativa, existencia negativa, está fuera del alcance de todo pensamiento o especulación.

El Mito gnóstico de Valentín, que en forma específica nos muestra a los treinta Aeones pleromáticos surgiendo misteriosos de entre el Espacio abstracto absoluto por emanaciones sucesivas y ordenadas en parejas perfectas, puede y debe servir como arquetipo modelo de un Mito monista que en forma más o menos manifiesta se encuentra presente en todo sistema gnóstico definido.

Este punto trascendental de la probolé se orienta clásicamente hacia la división ternaria de lo divinal: El Agnostos Theos (el Absoluto), el Demiurgo, el Pro-Padre, etc.

El mundo divinal, el ámbito glorioso del Pleroma, surgió directamente de la Luz negativa, de la Existencia negativa.

Finalmente, el Nous, Espíritu o Neuma, contiene en sí mismo infinitas posibilidades susceptibles de desarrollo durante la manifestación.

Entre los límites extraordinarios del Ser y del no Ser de la Filosofía se ha producido la multiplicidad o caída.

El mito gnóstico de la caída de Sophia (la divina Sabiduría) alegoriza solemnemente a este terrible trastorno en el seno del Pleroma.

El deseo, la fornicación, el querer resaltar como Ego, origina el descalabro y el desorden, produce una obra adulterada que incuestionablemente queda fuera del ámbito divinal aunque en ella que e atrapada la Esencia, el Budhata, el material psíquico de la humana criatura.

El impulso hacia la unidad de la vida libre en su movimiento puede desviarse hacia el Yo, y en la separación, fraguar todo un mundo de amarguras.

La caída del hombre degenerado es el fundamento de la Teología de todas las naciones antiguas.

Según Filolao, el pitagórico (siglo V antes de J.C.), los filósofos antiguos decían que el material psíquico, la Esencia, estaba enterrada entre el Yo como en una tumba, como castigo por algún pecado.

Platón testimonia también así, que tal era la doctrina de los órficos y que él mismo la profesaba.

El deseo desmedido, el trastrocamiento del régimen de la emanación, conduce al fracaso.

El querer distinguirse como Ego origina siempre el desorden y la caída de cualquier rebelión angélica.

El Autor del mundo de las formas es, pues, un grupo místico de creadores Macho-Hembras o Dioses dobles como Tláloc, el Dios de las lluvias y de los rayos, y su esposa Chalchiuhtlicue, la de la falda de jade de los panteones maya, azteca, olmeca, zapoteca, etc., etc., etc.

En la palabra ELOJIM (Elohim) encontramos una clave trascendental que nos invita a la reflexión.

Ciertamente, Elojim, con J, se traduce como Dios en las diversas versiones autorizadas y revisadas de la Biblia.

Es un hecho incontrovertible, no solamente desde el punto de vista esotérico sino también lingüístico, que el término Elojim es un nombre femenino con una terminación plural masculina.

La traducción correcta, "stricto sensu", del nombre Elohim, o mejor dijéramos Elojim, pues en hebreo la H suena como J, es Diosas y Dioses.

"Y el Espíritu de los principios masculino y femenino se cernía sobre la superficie de lo informe y la creación tuvo lugar."
Incuestionablemente, una religión sin Diosas está a mitad del completo ateísmo.

Si queremos de verdad el equilibrio perfecto de la vida anímica debemos rendir culto a Elojim (los Dioses y las Diosas de los antiguos tiempos) y no al Jehová antropomórfico rechazado por el gran Kabir Jesús.

El culto idolátrico del Jehová antropomórfico en vez de a Elojim es ciertamente un poderoso impedimento para el logro de los estados conscientivos supra-normales.

Los antropólogos gnósticos, en vez de reír escépticos -como los antropólogos profanos- ante las representaciones de Diosas y Dioses de los diversos panteones azteca, maya, olmeca; tolteca, chibcha, druida, egipcio, hindú, caldeo, fenicio, mesopotámico, persa, romano, tibetano, etc., etc., etc., caemos prosternados a los pies de esas Divinidades, porque en ellas reconocemos al Elojim creador del universo. "Quien ríe de lo que desconoce está en el camino de ser idiota."

La desviación del Demiurgo Creador, la antítesis, lo fatal, es la inclinación hacia el egoísmo, el origen real de tantas amarguras.

Indubitablemente, la conciencia egoica se identifica con Yahvé, el cual, según Saturnino de Antioquia, es un Ángel caído, el genio del mal.

La Esencia, la Conciencia embotellada entre el Ego, se procesa dolorosamente en el tiempo en virtud de su propio condicionamiento.

La situación, por cierto no muy agradable, repetida incesantemente en los relatos gnósticos del Neuma, sometido cruelmente a las potencias de la ley, al mundo y al abismo, resulta demasiado manifiesta como para insistir aquí sobre ella.

Es evidente la debilidad e impotencia desconcertante del pobre mamífero intelectual, equivocadamente llamado hombre, al querer levantarse del lodo de la tierra sin el auxilio de lo divinal.

Existe por ahí un proverbio vulgar que reza así: "A Dios rogando y con el mazo dando."

Sólo el Rayo ígneo, imperecedero, encerrado en la sustancia obscura, informe y frígida, puede reducir al Yo psicológico a polvareda cósmica para liberar a la Conciencia, a la Esencia.

Con palabras ardientes declaramos: Sólo el Hálito divino puede reincorporarnos en la Verdad. Sin embargo, esto sólo es posible a partir de trabajos conscientes y padecimientos voluntarios.

La posesión específica de la Gnosis va siempre acompañada de cierta actitud de extranjería o extrañeza ante este mundo mayávico ilusorio.

El gnóstico auténtico quiere un cambio definitivo, siente íntimamente los secretos impulsos del Ser y de aquí su angustia, rechazo y embarazo, ante los diversos elementos inhumanos que constituyen al Yo.

Quien anhela perderse en el Ser carga la condena y el espanto ante los horrores del mí mismo.

Contemplarse como un momento de la totalidad es saberse infinito y rechazar con todas las fuerzas del Ser al egoísmo asqueante de la separatividad.

Dos estados psicológicos se abren ante el gnóstico definido:

A- El del Ser, transparente, cristalino, impersonal, real y verdadero.
B- El del Yo, conjunto de agregados psíquicos personificando defectos cuya sola razón de existir es la ignorancia.

Yo superior y yo inferior son tan sólo dos secciones de una misma cosa, aspectos distintos del mí mismo, variadas facetas de lo infernal.

Es, pues, el siniestro, izquierdo y tenebroso Yo superior, medio o inferior, suma, resta y multiplicación continua de agregados psíquicos inhumanos.
El denominado Yo superior es ciertamente una triquiñuela del mí mismo, un ardid intelectual del Ego que busca escapatorias para continuar existiendo, una forma muy sutil de autoengaño.

El Yo es una obra horripilante de muchos tomos, el resultado de innumerables ayeres, un nudo fatal que hay que desatar.

La auto alabanza egoica, el culto al Yo, la sobre estimación del mí mismo, es paranoia, idolatría de la peor especie.

La Gnosis es revelación o develación, aspiración refinada, sintetismo conceptual, máximos logros.

Ostensiblemente, tanto en esencia como en accidente, Gnosis y Gracia son identificables fenómeno-lógicamente,

Sin la Gracia divina, sin el auxilio extraordinario del Hálito sagrado, la Auto-Gnosis, la autorrealización íntima del Ser, resultaría algo más que imposible.

Auto salvarse es lo indicado y esto exige plena identificación del que salva y de lo que es salvado.

Lo Divino, que habita en el fondo del alma, la auténtica y legítima facultad cognoscente, aniquila al Ego y absorbe en su PARUSÍA a la Esencia y, en total iluminación, la salva. Este es el tema del Salvator Salvandus.

El gnóstico que ha sido salvado de las aguas, ha cerrado el ciclo de las amarguras infinitas, ha franqueado el límite que separa al ámbito inefable del Pleroma de las regiones inefables del universo, se ha escapado valientemente del Imperio del Demiurgo porque ha reducido al Ego a polvareda cósmica

El paso a través de diversos mundos, la aniquilación sucesiva de los elementos inhumanos, afirma esta reincorporación en el sagrado Sol Absoluto y entonces, convertidos en criaturas terriblemente divinas, pasamos más allá del bien y del mal.



cap. X ANTROPOLOGIA GNOSTICA. SAMAEL AUN WEOR

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