jueves, 1 de marzo de 2012

EL SACRIFICIO POR LA HUMANIDAD. SAMAEL AUN WEOR.



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El tercer factor es el del sacrificio por la humanidad. Es necesario amar a nuestros semejantes, pero el amor hay que demostrarlo con hechos concretos, claros y definitivos.

Jesús El Cristo dijo: «En que os améis los unos a los otros, probareis que sois mis seguidores». Más no sería posible cumplir con este precepto Crístico, en tanto continúen dentro de nosotros los «yoes» del resentimiento y del amor propio. Es urgente, inaplazable, impostergable, eliminar de nuestra psiquis tales «elementos indeseables». El «yo»del resentimiento o del deseo revanchista, siempre si nosotros trabajáramos con el primer y segundo factor: el de Nacer y Morir, pero no amáramos a nuestros semejantes, no hiciéramos nada por llevar la luz del conocimiento a otras gentes, pueblos y lenguas, caeríamos en un egoísmo espiritual, muy refinado, que nos impediría todo avance interior.

Pues si solamente nos preocupamos por nosotros y nada más que por nosotros, olvidándonos de tantos millones de seres que pueblan el mundo, incuestionablemente nos auto-encerramos en nuestro propio egoísmo. En esa forma, el «yo» del egoísmo no nos permitiría la Iluminación. La razón de ser de la iluminación es alumbrar a otros en el camino.

No basta decir que amamos a nuestros semejantes; no, hay que demostrarlo con hechos, hay que estar dispuestos a subir al ara del supremo Sacrificio por la Humanidad, hay que levantar la antorcha de la sabiduría, para iluminar el camino de otros; hay que estar dispuestos a dar hasta la última gota de sangre por todos nuestros semejantes. Con amor verdadero, desinteresado, puro.

Nosotros debemos comprender que toda la humanidad es una gran familia. Desgraciadamente, estamos embotellados en muchos afectos y consideramos únicamente como familia a unas pocas personas que nos rodean, lo cual es egoísmo; porque todos los seres humanos, sin excepción de razas, credo, casta o color, somos una sola familia. Esa familia se llama «humanidad».

Se hace indispensable ver en cada persona un hermano, somos una familia; una sola gran familia que no debería estar dividida, una familia enorme que puebla la tierra y que se llama humanidad.

Si nosotros queremos la felicidad, debemos luchar por la felicidad de otros. Mientras uno más da, más recibe, pero el que nada da, hasta lo que no tiene le será quitado.

Existen tres tipos de sacrificio relacionados con las tres Gunas (aspectos o cualidades en sánscrito). Llamadas respectivamente: Sattva, Rajas y Tamas, Podemos traducir de una manera aproximada los tres Gunas como sigue: Sattva: bondad, pureza, armonía, lucidez, verdad, realidad, equilibrio, etc.; Rajas: pasión, anhelo, actividad, lucha, inquietud, afán, dolor, etc.; y Tamas: inercia, apatía, tenebrosidad, confusión, ignorancia, error, etc. El sacrificio sattvico se hace según los mandamientos divinos, concentrándose en el culto, sólo por el culto, por hombres que no desean el resultado. El sacrificio rayasico se hace por tentación y deseando los frutos. El sacrificio tamasico se hace siempre contra los mandamientos, sin fe, sin los mantram, sin caridad para con nadie, sin amor a la humanidad, sin ofrecer el óbolo sagrado a los sacerdotes o Gurús, etc., etc., etc.

El tercer factor de la revolución de la conciencia es el sacrificio, pero el sacrificio sattvico, sin desear el fruto de la acción, sin desear recompensa; sacrificio desinteresado, puro, sincero, dando su vida para que otros vivan y sin pedir nada en recompensa.

La ley del Logos Solar es sacrificio. El se crucifica en el amanecer de la vida en todo nuevo mundo que surge del caos, para que todos los seres tengan vida y la tengan en abundancia. Todo aquel que anhela el nacimiento segundo, debe sacrificarse por la humanidad, levantar la antorcha bien en alto para enseñar a otros el camino que conduce a la luz.

Por este motivo, nosotros debemos dar lo que estamos aprendiendo; mientras más demos, más recibiremos. Conforme vayamos enseñando a otros, la iluminación irá viniendo a nosotros. Más si nosotros nos guardamos la enseñanza tampoco habrá Luz para nosotros. No hay que esconder la llama debajo del celemín, tenemos que levantarla bien en alto para iluminar el camino de nuestro prójimo. A medida que nosotros preconizamos aquello que hemos aprendido, aquello que se nos ha enseñado, la Luz irá viniendo a nosotros.

No sería posible, pues, aguardar a que estuviésemos completamente iluminados para luego iluminar al mundo. Tenemos que lanzar al público las verdades que hemos aprendido, las verdades que los maestros nos han enseñado, aquéllos “Granos de Luz” de los cuales nos han hecho depositarios. Cuanto más trabajemos en la Gran Obra del Padre, más y más podremos ir experimentando, en sí mismos, lo que estamos preconizando. Más si nosotros (egoístamente), no entregamos a los demás lo que sabemos, tampoco podremos un día vivenciar las enseñanzas trascendentales del espíritu. ¡Dejemos a un lado el egoísmo, entreguemos a otros lo que hemos aprendido! Conforme así lo hagamos, la Luz vendrá a nosotros, y un día vivenciaremos la cruda realidad de eso que nos han enseñado...

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